En conversación con Sergio
Vila-Sanjuan del 02 de diciembre del año recién concluido, nuestro escritor Arturo PÉREZ-REVERTE declaró cuál es su
idea vital: “Pensar como un griego,
luchar como un troyano y morir como un romano”.
Sea enseña, sea aspiración
privativa; independientemente del grado de consecución personal o colectiva que
llegado el final se haya logrado respecto al objetivo, con la mera aspiración
me basta. Me quito el sombrero ante esta frase que por sí sola define la
persona y da cuenta de su talla.
No se trata de una loa al novelista
español que hoy es leído en el mundo entero; no hace “dos días” precisamente
que estoy interesada en lo que Pérez-Reverte haya dicho o pueda decir. Los que
empezamos a sumar años, acumulamos ya bastante en el almacén de la memoria. Yo
ya le veía y escuchaba otrora cuando, como especialista en conflictos
armados, aparecía en los informativos de TVE. Como tenemos aproximadamente la
misma edad, podríamos decir en un exceso de familiaridad que “hemos madurado juntos”, es normal pues que me
interese conocer su punto de vista y su pensamiento al margen de lo que pueda
divertirme o entretenerme como autor de ficción, cuestión ésta aparte de la que
tratamos hoy aquí.
Precisamente a raíz de la
publicación de “El tango de la Guardia Vieja”, tuve ocasión de estar presente
en la entrevista que también Vila-Sanjuan
le había hecho tres días antes (el 29 de noviembre) en Barcelona. Pérez-Reverte mentó a la Generación del 98. Inevitable pues,
efectuar el recorrido mental por los escritores que pertenecen a la misma y evocar
las obras alumbradas desde su visión sombría y negativa de la España de la
época y echar, a continuación, un vistazo a la España actual o a cualquiera de
sus pedazos. Esa era la idea, claro está.

El entorno de cada uno da para
algún que otro paralelismo. En mi caso me ha remitido a Ramón del VALLE-INCLAN y una obra suya concreta, de 1919: “DIVINAS PALABRAS”, drama de muerte,
avaricia y lujuria impregnado de crueldad donde lo trágico se mezcla con lo
grotesco. Obra impagable o tal me parece por la intensidad con que me
impresionó, especialmente el provecho que los parientes sacaban del triste
destino de Laureaniño, que, impedido y postrado en un carretón, era exhibido por
sus familiares en ferias y mercados para conseguir dinero de la piedad de los
conciudadanos. Es decir, utilizar la desgracia como fuente de ingresos. A ello
hacen referencia, en conversación, dos mujeres del pueblo con su particular
habla. Una de ellas argumenta así:
«Conforme al modo que ello se
considere, es una carga y no la es. Juana la Reina
achicaba en un día más bebida que
una de nos achica en un año, y la bebida no la dan
sin moneda. Por su engendro tenía
mantenencia. ¡Mal sabéis lo que se gana con un
carretón! No hay cosa que más
compadezca los corazones. Juana la Reina sacaba un
diario por riba de siete reales.
¿Y adónde vas tú, cuerpo sano, que saques ni medio de
ese estipendio?»
Sí, no hay cosa que más compadezca los corazones que contemplar
la desgracia cebada en un ser humano, pero ¡ay! poco aprovechaba a Laureaniño
la colecta de reales al estar postrado y sin más necesidad que el alimento
diario. Mantener vivo al desgraciado para mantener a la parentela; los familiares hasta llegan a las manos para hacerse con la propiedad del carretón y su carga.
Caridad, solidaridad, sí, pero para mantener a indignos, no.
Cambian, con los tiempos, los métodos y las formas pero las situaciones y la esencia de los personajes,
como en literatura, se repiten.
Y qué patética la distancia con la idea vital
de PÉREZ-REVERTE: “Pensar como un
griego, luchar como un troyano y morir como un romano”. Para ello se
necesita ética, valentía y dignidad.
PS:
Esta noche, si ponemos los zapatos en el balcón y hacemos clic sobre el
podremos recibir "Divinas Palabras" de Ramón del Valle-Inclán.
Feliz lectura
y
Felices Reyes