miércoles, 29 de junio de 2016

7 DE JULIO

A propósito de “El diablo en Santorini” (Ediciones Carena, Barcelona): 




Un juego y un premio;
una charla sobre la francesa “Ruta Cézanne y los pintores postimpresionistas”;
un sorteo de libros;
una tertulia y un café.


DIA, HORA, LUGAR:
Jueves 7 de julio
18:30 horas
Centre Cívic Pati Llimona
c/ Regomir, 3, planta 1ª
Barcelona 



















Conduce: Rosa María Torrent Puig
Ponente invitada: Nerea Martos Caballero, Lic. en Historia del Arte

Organiza:  

domingo, 12 de junio de 2016

PEDAZOS DE TEXTO


“Practicábase la autopsia en gran escala. Alrededor de un enfermo, de un caso interesante, los ‘patronos’ discutían. Heubel era de opinión que se trataba de un tumor benigno, Geoffrey aseguraba que era un cáncer y Géraudin se pronunciaba por un absceso. Doutrevak y Donat formulaban nuevos y divergentes criterios. En presencia del moribundo se cambiaban los más bárbaros epítetos, totalmente incomprensibles para el paciente. Una frase misteriosa ponía término al debate:
—Está bien. Ya volveremos a discutir en casa de Morgagni.
Ir a casa de Morgagni —el primer medico que a pesar de las antiguas reglas de la Iglesia se atrevió a disecar un cadáver humano era practicar la autopsia. Decíase también
—Haremos una ‘necro’.
A fuerza de discutir sobre su caso, había también enfermos cuya muerte era esperadad con una especie de impaciencia. Especialmente un absceso del cerebro ponía al rojo vivo, desde hacía un mes, la pasión general.
En principio, la ley impone un plazo de veinticuatro horas antes de practicarse la autopsia. Lo que es muy enojoso porque las vísceras se corrompen. Surge de ahí un conflicto asaz dramático entre la compasión inmediata por los restos de un desgraciado y esa otra piedad más elevada que quiere conocer, saber, instruirse, para aliviar en el futuro innumerables miserias. En general se encontraba una fórmula de arreglo. Introducíase inmediatamente en el vientre del muerto, para mantenerlo en estado de conservación, un litro de formol. O bien, si se trataba únicamente de examinar un órgano que era menester conservarlo en un estado de frescor, por ejemplo, un riñón, se practicaba una amplia incisión para desasirlo, se introducía la mano en el vientre y se sacaba del fondo del mismo. Un riñón se extrae con facilidad.
Y si el caso era verdaderamente interesante y merecedor de un examen general, se practicaba también la autopsia. Se bajaba al depósito. En la cámara, todos los muertos, desnudos, estaban alineados, dispuestos por pisos, cada uno en su caja encristalada. Se tiraba de uno de los cajones y aparecía un hombre. Y se operaba sobre su cuerpo, procurando respetar la cabeza en atención a la familia. La administración, al dar cuenta del fallecimiento a los parientes del muerto, les preguntaba siempre la hora en que llegarían. Contábase, por tanto, con el tiempo suficiente. Algunas veces, sin embargo, los parientes se presentaban demasiado pronto. Entonces le tocaba a sor Angélica ingeniarse para hacerles esperar en la antesala con un pretexto cualquiera. Y de cuando en cuando llamaba furtivamente a la puerta y decía en voz baja:
—Dense prisa.
En efecto, los estudiantes se apresuraban como si fueran ladrones, se remendaba el cadáver mediante burdos zurcidos, curas, bandas de esparadrapo y sumarias adherencias. Y mientras sor Angélica amortajaba el cadáver, arreglaba la capilla y encendía los cirios, los estudiantes se marchaban por una puerta excusada… La familia no sospechaba nada. La estancia era oscura, y todo el piadoso material acumulado por las religiosas le distraía a uno de todo lo demás. Y ese muerto, con las manos juntas, ese cadáver, ese boj mojado en agua bendita que le prodigaban a uno como una aspersión respetuosa y distante, infundía una profunda sumisión. A lo sumo se atrevía uno a estampar un beso fugaz en la gélida mejilla… Y detrás aguardaba, discreto sin duda pero embarazoso, el hombre de las Pompas Fúnebres… No había que impacientarle. Cuando uno es pobre y tímido, se preocupa del trabajo de los demás y sabe el valor del tiempo. Las despedidas eran breves. Y uno se iba e inmediatamente el hombre se acercaba al cadáver, y con un ademán, excesivamente ampuloso, sacaba un metro del bolsillo y tomaba las medidas…”


"CUERPOS Y ALMAS" (1936)



Maxence VAN DER MEERSCH (1907 - 1951)







miércoles, 1 de junio de 2016

PALABRA DE ESCRITOR



"Me moriré de viejo y no acabaré de comprender al animal bípedo que llaman hombre; cada individuo es una variedad de su especie".

Miguel de CERVANTES