Vivo en un pueblo
que tiene una vieja iglesia cuya campana toca las horas. Daba las diez esta
mañana cuando, efectuando un amplio rodeo tras comprar el periódico, regresaba a mi refugio bajo un leve “txirimiri”. La lluvia de esta
noche ha sido nieve en lo alto de la montaña y el cielo se torna más gris por
momentos. Apresuro el paso. Junto al grupo de contenedores de las afueras, con un pedazo de
caña en la mano a modo de bastón, hallo a la anciana de todos los días y, como
todos los días, acompañada de su perro. Sin atadura alguna, nunca he visto al
animal a distancia mayor de un metro de ella. Una y otro han perdido la cuenta
de los años que acarrean a sus espaldas. Ambos son rematadamente viejos, altos, recios; de caminar lento, pausado. El pelaje gris del uno contrasta con el
atuendo vistoso de la otra; combinaciones extraordinarias de texturas y colores,
superposición de prendas limpísimas a modo de múltiples refajos y, sobre las
medias oscuras, gruesos calcetines blancos que se embuten en un calzado macizo,
grueso; tosco pero confortable. La anciana, de tez clara, tiene unas facciones
hermosas. Diría que fue realmente bella. El perro me obsequia, como todos los días, con
una mirada tranquila y ella responde a mi saludo, como todos los días, con una
sonrisa amable, de sus labios, de sus ojos. Y de todas las personas con las que me he cruzado esta mañana
es la única que no ha mostrado sorpresa al verme tocada con una aparatosa boina
que tuve el arrojo, además, de colocarme ladeada. Ahora la sonrisa es mía.
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He disfrutado mucho leyendo tu relato mientras desayunaba. Es como si mirara una postal desde mi mesa.
ResponderEliminarGracias a ti, esta mañana, mi cocina ha tenido “vistas”.
Ojalá nos deleites más veces con regalos como este. Apretar el botón de una cámara lo puede hacer todo el mundo, con más o menos acierto, pero dibujar con palabras un bonito paisaje, está sólo al alcance de algunos.
¡Gracias! Me alegro de que lo hayas "visto" casi tan bien como yo, que al igual que tú estuve tomando la segunda tanda de café del día mientras tecleaba con afán de no descuidar nada.
EliminarPues la boina no le debe quedar nada mal a la protagonista,es más, creo que brinda al ambiente rural de un toque afrancesado y coqueto.
ResponderEliminarEn leído los post anteriores, ya veo que te acuerdas de Reverte, ¿eh? Yo también, tanto que sigo encantada, je,je.
¡Sí! Certera: un punto afrancesado y coqueto... y práctico. Mini-mochila y boina bajo la llovizna para gozar de manos libres durante la marcha mañanera. Lo de Reverte pues ¡también!
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