jueves, 9 de agosto de 2012

MAMANDURRIA



Palabra poco común en mi entorno español-castellano y que yo desconocía pero cuyo significado me resultó fácil intuir en el contexto en que la presidenta de Madrid la pronunció.

Mamandurria.

Andaba yo esta mañana dándole un par de vueltas —no más porque no lo merece— a los ponzoñosos comentarios, ocasionalmente también torticeros, de una forera con la que tengo el honor de compartir profesión, que no negocios, entiéndase. Porque a mí… ¡qué quieren que les diga! cuando uno afirma públicamente cada dos por tres que siempre va de cara… mal asunto. Yo jamás he dicho tal cosa, ni se me ocurre. Y es que no hace falta. Los que me conocen saben de sobra que nunca tuve la más mínima aptitud para ingresar en el Cuerpo Diplomático. Digo lo que veo o lo que creo ver, guste más o guste menos. Lo malo es que a veces me pronuncio cuando nadie me pregunta y esto es torpe; e incluso está mal porque cada par de ojos tiene derecho a gozar de su visión particular.

Bien, hace años que la señora en cuestión se erigió en baluarte de la defensa de los intereses y derechos de quienes, como ella, nos dedicamos al mismo oficio. Constituyó la oportuna asociación, y como tal, se hizo acreedora de subvenciones públicas. Paralelamente, desempeñando una ocupación en un organismo público con remuneración con cargo a los presupuestos también, claro está.

Lo lícito y digno del “modus vivendi” no se pone en cuestión. Ni lo lícito y digno de las aspiraciones, tampoco. Es más, me consta que la mayor parte de los esfuerzos los aplica a la asociación, lo que es loable puesto que en definitiva prima lo colectivo o tal parece ya que, a pesar del escaso respaldo que recibe, lejos de descorazonarse redobla sus esfuerzos proselitistas para atraer asociados, sin demasiada fortuna vale decir.

Meritoria es su capacidad de lucha ya que batalla contra el sistema, batalla contra la falta de incondicionales y batalla contra las otras asociaciones patrias que, con objetivo similar, le hacen la competencia. La luz, por suerte, parece haberse derramado sobre todas ellas ya que acaban de erigirse en “plataforma”; que el hecho de que cada uno se empeñe en mantener su propio puesto de castañas no está reñido con la conveniencia y oportunidad de asar una mayor cantidad de ellas de una atacada.

Mamandurria… ¡es que le encuentro gracia a la palabreja!

Y, a lo que iba: la señora forista y presidenta de la asociación a la que me refiero, hoy ha tenido la ocurrencia de ponerse una flor por una actuación reivindicativa exitosa y añadir, acto seguido, que “además de trabajar sin parar (la asociación) tiene que aguantar a los que no hacen nada excepto hablar, que es gratis”.

Mi pensamiento ha articulado una respuesta y es la que sigue.

La asociación se nutre con subvenciones públicas que recibe usted, señora mía, para destinar a los fines de la asociación que usted constituyó y preside desde hace años. Se supone que es exigible dedicación por su parte sino estaríamos ante algo parecido a un fraude. Estas subvenciones le llegan porque hay quienes pagan impuestos y los impuestos los pagan quienes trabajan ejerciendo su oficio. La falta de asociados y sus correspondientes cuotas o trabajo voluntario en pro de su asociación es harina de otro costal; quizá no hay comunión de intereses.

Muchas horas, de 10 a 12 diarias, son las que tienen que dedicar a la profesión “los que no hacen nada” para poder sustentarse y para sustentar a los demás entes, asociaciones incluidas ¿comprende? Así pues, se equivoca de medio a medio. “Hablar” no es gratis, no. Cada minuto es oro ¿sabe?

En cuanto a tener que aguantar, reflexione. Casi una cuarta parte de lo que ganan los profesionales liberales lo entregan al Estado y éste presta servicios, parte y reparte. También reparte subvenciones. Dígame ¿quién aguanta a quién?

No hay comentarios:

Publicar un comentario