lunes, 16 de enero de 2012

OPINION.es







HABLEMOS DE EDITORES

Mi amiga Agneta dice, acompañando su afirmación con una sonrisa indulgente, que hay muchas personas que caminan por la vida con la punta de la nariz apuntando al cielo.


La frase me vino a la cabeza con ocasión de visionar la grabación de una entrevista que un programa literario de televisión hizo a un editor que Catalunya exhibe con orgullo patrio. Una personalidad notable, ciertamente. Un editor de los llamados independientes, profesor universitario y gran erudito con altura de miras. Un aristócrata intelectual, podríamos decir, y que, como tal, no se codea con cualquiera. Se mueve dentro de un círculo restringido como todo aquel que se considera y/o es considerado “la crème de la crème”. Y como tal homenajeado hasta con exposiciones públicas exhibidoras de su ingente labor.


Habló de los diferentes aspectos de la edición y de sus personales exigencias también respecto a las calidades del papel y a la encuadernación que basa en la consecución del mayor confort por parte del lector. Espléndido. También manifestó su posicionamiento alejado de los, por desgracia, mayoritarios hoy en día. Los “best-seller” no le interesan; él no publica con criterio puramente comercial. Loable.


De manera acorde, en la web-site de uno de sus sellos se puede leer “No se aceptarán manuscritos originales no solicitados. Y, de recibirlos, ni se devolverán ni se proporcionará información alguna sobre los mismos”. Bueno, en esto sí que participa del criterio de muchas de nuestras editoriales.


Hasta aquí, por mi parte nada que objetar. Ahora bien, entonces lo que no entiendo es su catálogo. Salvo alguna colección dedicada a recuperar obras de notables autores alemanes y centro-europeos poco conocidos o medio olvidados —ofrecimiento suyo que es de agradecer—, ha publicado a otros autores, igual de dignos y respetables por supuesto, pero cuya obra se aviene poco con tanta ínfula selectiva.


Lo digo porque en el primer tercio de los noventa me leí un buen puñado de novelas publicadas por su entonces único sello. Autores corrientes y molientes, oigan. Algunos incluso patentemente mediocres. Que si el editor erudito ha leído mucha literatura, yo también.

Desde mi punto de vista, no hay para tanto. Y en absoluto no lo hay como para caminar por la vida con la punta de la nariz apuntando al cielo. Eso aparte de que uno se puede dar un batacazo.

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