Escribir escenas de sexo o de
violencia.
Pongo aquí, a este respecto, comentarios de dos novelistas: André Jute
y Rhona Martin. Uno de cada género, no por aquello de la cosa igualitaria, no, sino
por los matices que puedan ofrecernos desde su óptica masculina y femenina respectivamente,
asunto no menor y que interesa tener en cuenta.
André Jute:
“Muy poco puedo
decir acerca del grado de violencia, sexo y lenguaje soez que es permisible, ya
que esto es, técnica y estéticamente, una cuestión irrelevante; y en cualquier caso la aceptación de la
violencia, del sexo y del lenguaje soez va por ciclos. Mi fórmula personal es
utilizar la violencia, el sexo y el lenguaje soez siempre que esté justificado
y, si un editor pone objeciones deberá basarlas en razonamientos literarios más
que en argumentos éticos o comerciales para convencerme de que debo eliminar
parcial o totalmente estos aspectos. Pero no debe usted interpretarme al pie de
la letra cuando me refiero al compromiso emocional y sí, en cambio, estudiar
con detenimiento la sección del libro de John Braine en la que trata del
sexo, porque es muy fácil que las escenas de sexo degeneren en pornografía. Por
otro lado, si son esenciales para su historia, no las escatime, porque en tal
caso los lectores lo tacharán de cobarde moral.”
Rhona Martin:
“El grado de
violencia justo, y nada más, para aportar realismo, convicción y, admitámoslo, emoción
al argumento. Pero es recomendable evitar que este elemento de ayuda, añadido
artificialmente como colorantes a los alimentos, se convierta en la base de un
argumento débil… Buena parte de lo anterior puede ser aplicado a las escenas de
sexo. Si, por ejemplo, su historia se basa en buena medida en el amor los
lectores pueden sentirse decepcionados o incluso engañados si los lleva hasta
la puerta del dormitorio y no les permite entrar… Si va a incluir escenas de
amor, descríbalas con honestidad. Concéntrese en las emociones y las
sensaciones, y evite los detalles fisiológicos que ya todos conocemos bien y
que se hacen plomizos al cabo de poco tiempo. Uno de los problemas que uno se
encuentra en la segunda novela y en las sucesivas es cómo describir el acto
sexual de nuevo sin repetir lo que ya se dijo en la anterior… no recurra a la
pornografía propia de un escritor inexperto. John Braine afirmó en una
ocasión: ‘Sorprenda al lector,
estremézcalo si lo desea, pero jamás le muestre algo desagradable’. Es el
mejor consejo que se puede dar, sea cual fuere la época.”
Me permito añadir:
Deje a sus
lectores participar activamente, no se lo dé todo hecho con lo cual, además,
cada lector podrá rellenar el detalle faltante con su propia creatividad.
Tanto André Jute como Rhona Martin citan a John Braine (1922-1986).
Braine —lo digo para los más jóvenes— no es “sospechoso” de haber sido remilgado
ni melifluo precisamente. Formaba parte del grupo de novelistas, dramaturgos y
cineastas ingleses rebeldes que en los cincuenta encabezaron el rechazo a los
valores caducos de la vieja Inglaterra mostrando su ira ante la situación
social y moral de la postguerra con obras claramente críticas, protagonizadas
por individuos marginales o frustrados. Estos rebeldes y su movimiento es
conocido con el nombre de “The Angry
Young Men”.
Mirándolo desde otro ángulo: lo rompedor (en las formas) puede tener la
fortuna de hallar editorial que apueste fuerte y convierta la obra, marketing
mediante, en un éxito de ventas; pero la mayoría de los editores han perdido el
gusto por el riesgo. Raramente se lanzan si la obra no es excepcional en todos
los sentidos.
Cierto que un melocotonero no dará sino melocotones, pero no es este el
caso ya que me refiero a la decisión, a la voluntad consciente de producir una
obra con unas determinadas características que la harán particularmente
llamativa; esto es algo pueril y/o una cierta forma de esnobismo.
En última instancia, incluso la crudeza no tiene porque estar reñida
con el buen gusto aunque éste, claro, se tiene, o no se tiene. Pero también esto
se puede aprender leyendo… y practicando.
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