domingo, 2 de diciembre de 2012

SEXO Y VIOLENCIA



Escribir escenas de sexo o de violencia.

Pongo aquí, a este respecto, comentarios de dos novelistas: André Jute y Rhona Martin. Uno de cada género, no por aquello de la cosa igualitaria, no, sino por los matices que puedan ofrecernos desde su óptica masculina y femenina respectivamente, asunto no menor y que interesa tener en cuenta.

André Jute:
“Muy poco puedo decir acerca del grado de violencia, sexo y lenguaje soez que es permisible, ya que esto es, técnica y estéticamente, una cuestión irrelevante; y  en cualquier caso la aceptación de la violencia, del sexo y del lenguaje soez va por ciclos. Mi fórmula personal es utilizar la violencia, el sexo y el lenguaje soez siempre que esté justificado y, si un editor pone objeciones deberá basarlas en razonamientos literarios más que en argumentos éticos o comerciales para convencerme de que debo eliminar parcial o totalmente estos aspectos. Pero no debe usted interpretarme al pie de la letra cuando me refiero al compromiso emocional y sí, en cambio, estudiar con detenimiento la sección del libro de John Braine en la que trata del sexo, porque es muy fácil que las escenas de sexo degeneren en pornografía. Por otro lado, si son esenciales para su historia, no las escatime, porque en tal caso los lectores lo tacharán de cobarde moral.”

Rhona Martin:
“El grado de violencia justo, y nada más, para aportar realismo, convicción y, admitámoslo, emoción al argumento. Pero es recomendable evitar que este elemento de ayuda, añadido artificialmente como colorantes a los alimentos, se convierta en la base de un argumento débil… Buena parte de lo anterior puede ser aplicado a las escenas de sexo. Si, por ejemplo, su historia se basa en buena medida en el amor los lectores pueden sentirse decepcionados o incluso engañados si los lleva hasta la puerta del dormitorio y no les permite entrar… Si va a incluir escenas de amor, descríbalas con honestidad. Concéntrese en las emociones y las sensaciones, y evite los detalles fisiológicos que ya todos conocemos bien y que se hacen plomizos al cabo de poco tiempo. Uno de los problemas que uno se encuentra en la segunda novela y en las sucesivas es cómo describir el acto sexual de nuevo sin repetir lo que ya se dijo en la anterior… no recurra a la pornografía propia de un escritor inexperto. John Braine afirmó en una ocasión: ‘Sorprenda al lector, estremézcalo si lo desea, pero jamás le muestre algo desagradable’. Es el mejor consejo que se puede dar, sea cual fuere la época.”

Me permito añadir:
Deje a sus lectores participar activamente, no se lo dé todo hecho con lo cual, además, cada lector podrá rellenar el detalle faltante con su propia creatividad.

Tanto André Jute como Rhona Martin citan a John Braine (1922-1986).

Braine —lo digo para los más jóvenes— no es “sospechoso” de haber sido remilgado ni melifluo precisamente. Formaba parte del grupo de novelistas, dramaturgos y cineastas ingleses rebeldes que en los cincuenta encabezaron el rechazo a los valores caducos de la vieja Inglaterra mostrando su ira ante la situación social y moral de la postguerra con obras claramente críticas, protagonizadas por individuos marginales o frustrados. Estos rebeldes y su movimiento es conocido con el nombre de “The Angry Young Men”.

Mirándolo desde otro ángulo: lo rompedor (en las formas) puede tener la fortuna de hallar editorial que apueste fuerte y convierta la obra, marketing mediante, en un éxito de ventas; pero la mayoría de los editores han perdido el gusto por el riesgo. Raramente se lanzan si la obra no es excepcional en todos los sentidos.

Cierto que un melocotonero no dará sino melocotones, pero no es este el caso ya que me refiero a la decisión, a la voluntad consciente de producir una obra con unas determinadas características que la harán particularmente llamativa; esto es algo pueril y/o una cierta forma de esnobismo.

En última instancia, incluso la crudeza no tiene porque estar reñida con el buen gusto aunque éste, claro, se tiene, o no se tiene. Pero también esto se puede aprender leyendo… y practicando.

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