viernes, 15 de enero de 2016

RETALES DE TEXTO


“—Si todo lo que puede hacer una revolución es convertir a la humanidad corriente en otra humanidad corriente ligeramente distinta, la cosa no vale la pena.
Anthony protestó diciendo que valía desde luego la pena para un sociólogo para quien tales mudanzas resultan interesantísimas.
—¿El contemplarlas o el tomar parte en ellas?
—El contemplarlas, naturalmente.
Un espectáculo de comicidad inagotable por su naturaleza grotesca y de variantes infinitas. Mas al mirar de cerca, podían apreciarse las uniformidades debajo de la diversidad, las reglas fijas de aquel juego permanentemente distinto.
—La revolución transforma a la humanidad corriente en una humanidad corriente de variedad distinta. Para ti eso es terrible. Para mí es precisamente lo que quisiera ver antes de morirme, la puesta en práctica de las teorías; observar, después de tu reforma catastrófica, cómo las mismas uniformidades de antes se ajustan de manera ligeramente distinta. Me resulta difícil imaginar nada más satisfactorio. Lo comparo con el placer de deducir lógicamente la existencia de un nuevo planeta y descubrirlo luego con el telescopio. En cuanto al aumento del número de los Juan Sebastianes (Bach)…, igual pudieras imaginar que aumentara el número de los hermanos siameses como consecuencia de tu revolución.
Tal era la diferencia entre la literatura y la vida. En los libros, la proporción de personas excepcionales en relación con el número de gente vulgar es alta, mientras que en la vida es baja.
—Los libros son opio —dijo Mark.
—Exactamente. Por eso me parece dudoso que haya nunca una literatura proletaria. Incluso los libros proletarios hablarán de proletarios excepcionales. Y los proletarios excepcionales tienen tan poco de proletarios como de burgueses tienen los burgueses extraordinarios. La vida es tan vulgar que la literatura tiene que tratar de lo excepcional. Talentos excepcionales, fuerzas excepcionales, posición social y riqueza de excepción, De ahí vienen estos personajes geniales de literatura, esos grandes capitanes, esos duques y esos millonarios, todos ellos gente acondicionada por las circunstancias, que únicamente pueden inspirarnos una piedad infinita, pero cuyas vidas no es posible encontrar auténticamente dramáticas. Pues el drama exige la existencia de la libertad para elegir, y para elegir es esencial que existan determinadas condiciones sociales o psicológicas. Por eso, los personajes de la literatura imaginativa son siempre reclutados en las páginas de los diccionarios biográficos de gente notable.
—¿Pero crees verdaderamente que los ricos y los poderosos son libres?
—Al menos más libres que los pobres, en cuanto están menos sujetos a las exigencias de lo material y a la voluntad ajena.”


Ciego en Gaza (1936), novela de Aldous HUXLEY (1894-1963)

2 comentarios:

  1. "[…] [Los individuos] han de vivir en ciudades, han de tener ocio para leer los periódicos e ir al cine, han de ser animados a comprar cosas que no precisan porque existe el sistema industrial y ha de continuar existiendo; han de ser tiranizados y esclavizados; de lo contrario pudie-ran pensar por sí mismos, lo que supondría quebraderos de cabeza pa-ra quienes los gobiernan. […]".
    Leido en “Ciego en Gaza” de Aldous Hux-ley

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    1. No tiene desperdicio, Juan; la estoy releyendo. Es de aquellos textos que te enseñan otra manera de mirar el entorno y sacudir modorras del cerebro, por decirlo en forma coloquial.

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