viernes, 16 de enero de 2015

EDITORIAL GRANDE, EDITORIAL PEQUEÑA


Dentro de ese magma conformado por escritores patrios desasosegados, a veces casi desquiciados por tener durante largo tiempo manuscritos objetivamente buenos, de calidad, pendientes de publicar, es mayoritaria y fuertemente arraigada la opinión de que los grandes acumuladores de sellos editoriales, los grupos, es opción a olvidar. Y que lo es porque sólo acogen obras que se venderán solas por el nombre del autor previamente consagrado por los lectores o debidamente promocionado, o porque sólo se interesan por productos (no todo lo que viene en formato de libro es propiamente lo que entendemos por obra) que, gracias a las circunstancias concurrentes —casi todas extra-literarias— prometen ventas masivas, es decir, rápida e importante ganancia. Es preferible, por tanto, según se dice en el mundillo del pluma-no-figura, llamar a la puerta de editoriales pequeñas, de estas llamadas independientes y de las que aún quedan en nuestro país. Otra cosa es que el 95% (y bajando) de estas editoriales pequeñas e independientes ya avisan de que “no aceptamos manuscritos no solicitados”.

¿Preferibles las pequeñas a las grandes? ¿Eso, es así? ¿Exactamente así? ¿Siempre? Los dogmas, con mesura.

No caigamos, de manera involuntaria, en tópicos ni en distorsiones. De entrada me han venido al pensamiento dos cosas: de un lado, la vieja historia de la zorra y las uvas y de otro, la idea de que eso de la independencia mejor ponerlo a un lado por lo que tiene de relativo. Dejémonos de zarandajas. Lo que es mejor, lo preferible, la mayor probabilidad dependerá de muchos factores.

Entre los factores a considerar está la línea ideológica editorial. No me estoy refiriendo a la prensa, no, ni a un ensayo. Estoy hablando de obras de ficción. Cuento y novela.

Contrariamente a lo que sucede con cualquier gran grupo editor que, entre otras razones, por algo tiene varios sellos, la línea ideológica editorial cuando tratamos con editoriales pequeñas e independientes es un escollo y a menudo un escollo tanto más descomunal cuanto más pequeña y más independiente sea la editorial. Si algún aspecto o algún elemento del manuscrito destila (p.ej. un personaje) pensamientos que no se avienen demasiado bien con la línea ideológica del editor, no habrá trato. Normal. Y no habrá trato aunque sea el mejor manuscrito que haya pasado por sus manos en los últimos tiempos.

Así que, dogmas, los justos. Fe, mucha, eso sí; sobre todo en uno mismo.



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