¿Por qué razón tengo que abrazar ideas e ideales que traen
causa del subjetivismo ajeno y además hacerlo a expensas del subjetivismo
propio? Ideas e ideales que a su vez traen añadida a menudo —y a menudo
demasiado— causa de intereses ajenos y además quizá incluso contrarios a los
intereses propios, No. Exacto. Es de lógica. Obviamente, no. No hay razón
alguna. Ergo, no pierdan el tiempo y sobre todo no me lo hagan perder a mí. Siempre
es incierta la longitud de la cuerda y, por estadística, no es excesivo el tiempo
restante. Tengo cosas que hacer, trabajos que me interesa dejar concluidos. Así
pues, allá cada uno con sus filias y con sus fobias. Esta guerra no es la mía.
Ninguna guerra es mía. Y ya ni recurro al sobado recurso de clamar por el
intrínseco derecho humano (tildado de fundamental, de universal) a la libertad.
No lo hago precisamente porque veo muy arraigado el afán de cargárselo
(el derecho a la libertad del prójimo, quiero decir), de lo contrario yo no hubiera
sentido la necesidad de escribir esta nota. Creo que no hace mucho se
representó en España una obra con el título “Yo sólo quiero bailar”. Bien, pues… yo sólo
quiero leer; yo sólo quiero escribir. Quizá porque, en esto, el qué y el cómo
lo decido yo; pero a nadie obliga. Pequeña gran diferencia.
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