sábado, 9 de febrero de 2013

PEDAZOS DE TEXTO

"Darse cuenta de los hechos no es propio de la infancia.
El niño percibía impresiones a través del aumento de su espanto, pero sin relacionarlas en su espíritu y sin sacar conclusiones. El iba no importa adónde ni cómo, corriendo con la angustia y la dificultad del sueño.
Después de casi tres horas de haber sido abandonado, su marcha hacia adelante, aunque fuese vaga, había cambiado de objeto; antes buscaba y ahora huía. Ya no tenía hambre ni frío sino miedo. Un instinto había reemplazado al otro. Escapar era en estos momentos su único pensamiento. ¿Escapar de qué? De todo. La vida se le aparecía por todas partes alrededor de él como una horrible muralla. Si hubiera podido evadirse del mundo, lo habría hecho.
Pero los niños desconocen por completo el escape de esa prisión, llamado suicidio.
Corría.
Corrió así un tiempo indefinido, pero el aliento se agota y el miedo también.
De pronto, como poseído de una energía e inteligencia repentinas, se paró, como si sintiese vergüenza de marcharse; se irguió, golpeó el suelo con el pie, levantó la cabeza resuelto, y miró hacia atrás.
Ya no había ni colina, ni horca, ni bandada de cuervos.
La niebla se había vuelto a apoderar del horizonte.
El niño prosiguió su camino. Ahora ya no corría; andaba.
Decir que el encuentro de un muerto le había hecho hombre, sería limitar la impresión múltiple y vaga que estaba sufriendo. Había en esta impresión mucho más y mucho menos. Aquella horca, gran confusión en este rudimento de comprensión que era su pensamiento, seguía siendo para el niño una aparición. Sólo el terror domado era una afirmación para él y le hacía sentirse más fuerte.
Si hubiese tenido edad para sondearse a sí mismo, habría hallado dentro de sí mil otros puntos de partida de meditación, pero la reflexión de los niños es informe, y lo más que sienten es el deje amargo de ese sentimiento oscuro para ellos y que más tarde el hombre denomina indignación.
Añádase que el niño tiene ese don de aceptar muy rápidamente el final de una sensación. Los contornos lejanos y fugitivos que constituyen la amplitud de las cosas dolorosas, se le escapan. Por su limitación, que es la debilidad, el niño se libra de las emociones demasiado completas. Ve el hecho y poco más. La dificultad de contentarse con ideas parciales no existe para él. El proceso de la vida se instruye más tarde, cuando llega la experiencia con sus legajos. Entonces se verifica la confrontación de grupos de hechos comprobados; la inteligencia, informada y aumentada, compara, los recursos de la infancia reaparecen bajo las pasiones como el palimpsesto bajo las raspaduras. Estos recuerdos son puntos de apoyo para la lógica, y lo que era una visión en el cerebro del niño se convierte en silogismo en el cerebro del hombre. Por otra parte la experiencia es diversa y toma buen o mal giro según las naturalezas. Las buenas maduran y las malas se pudren."

"El hombre que ríe". Fragmento.
Victor HUGO

2 comentarios:

  1. Me gusta cómo Hugo va narrando el estado del niño, hace que sientas empatía de inmediato.
    Lo cierto es que es un fragmento digno de estudio.

    ResponderEliminar
  2. Coincido plenamente contigo en estas apreciaciones

    ResponderEliminar