domingo, 30 de junio de 2013

COMISARIO BRUNETTI








Cuando se cumplen 23 años desde "Muerte en la Fenice", Donna Leon nos ofrece "EL HUEVO DE ORO", una nueva historia protagonizada por el Comisario Brunetti.

Dice la escritora «Al descubrir que una persona cercana muy respetable para todos no era en absoluto como parecía, me vino la idea de esta novela». Fuente: Marta Robles, La Razón, 29.06.2013. 
  

martes, 25 de junio de 2013

PEDAZOS DE TEXTO

"Como todas las tardes, la barca-correo anunció su llegada al Palmar con varios toques de bocina.
El barquero, un hombrecillo enjuto, con una oreja amputada, iba de puerta en puerta recibiendo encargos para Valencia, y al llegar a los espacios abiertos en la única calle del pueblo, soplaba de nuevo en la bocina para avisar su presencia a las barracas desparramadas en el borde del canal. Una nube de chicuelos casi desnudos seguía al barquero con cierta admiración. Les infundía respeto el hombre que cruzaba la Albufera cuatro veces al día, llevándose a Valencia la mejor pesca del lago y trayendo de allá los mil objetos de una ciudad misteriosa y fantástica para aquellos chiquitines criados en una isla de cañas y barro.
De la taberna de Cañamel, que era el primer establecimiento del Palmar, salía un grupo de segadores con el saco al hombro en busca de la barca para regresar a sus tierras. Afluían las mujeres al canal, semejante a una calle de Venecia, con las márgenes cubiertas de barracas y viveros donde los pescadores guardaban las anguilas.
En el agua muerta, de una brillantez de estaño, permanecía inmóvil la barca-correo: un gran ataúd cargado de personas y paquetes, con la borda casi a flor de agua. La vela triangular, con remiendos oscuros, estaba rematada por un guiñapo incoloro que en otros tiempos había sido una bandera española y delataba el carácter oficial de la vieja embarcación.
Un hedor insoportable se esparcía en torno de la barca. Sus tablas se habían impregnado del tufo de los cestos de anguilas y de la suciedad de centenares de pasajeros: una mezcla nauseabunda de pieles gelatinosas, escamas de pez criado en el barro, pies sucios y ropas mugrientas, que con su roce habían acabado por pulir y abrillantar los asientos de la barca.
Los pasajeros, segadores en su mayoría, que venían del Perelló, último confín de la Albufera lindante con el mar, cantaban a gritos pidiendo al barquero que partiese cuanto antes. ¡Ya estaba llena la barca! ¡No cabía más gente…!
Así era; pero el hombrecillo, volviendo hacia ellos el informe muñón de su oreja cortada como para no oírles, esparcía lentamente por la barca las cestas y los sacos que las mujeres le entregaban desde la orilla. Cada uno de los objetos provocaba nuevas protestas; los pasajeros se estrechaban o cambiaban de sitio, y los del Palmar que entraban en la barca recibían con reflexiones evangélicas la rociada de injurias de los que ya estaban acomodados. ¡Un poco de paciencia! ¡Tanto sitio que encontrasen en el cielo…!
La embarcación se hundía al recibir tanta carga, sin que el barquero mostrase la menor inquietud, acostumbrado a travesías audaces. No quedaba en ella un asiento libre. Dos hombres se mantenían de pie en la borda, agarrados al mástil; otro se colocaba en la proa, como un mascarón de navío. Todavía el impasible barquero hizo sonar otra vez su bocina en medio de la general protesta… ¡Cristo! ¿Aún no tenía bastante el muy ladrón? ¿Iban a pasar allí toda la tarde bajo el sol de septiembre, que les hería de lado, achicharrándoles la espalda…?
De pronto se hizo el silencio, y la gente del correo vio aproximarse por la orilla del canal un hombre sostenido por dos mujeres, un espectro, blanco, tembloroso, con los ojos brillantes, envuelto en una manta de cama.
Las aguas parecían hervir con el calor de aquella tarde de verano; sudaban todos en la barca, haciendo esfuerzos por librarse del pegajoso contacto del vecino, y aquel hombre temblaba, chocando los dientes con un escalofrío lúgubre, como si el mundo hubiese caído para él en eterna noche.
Las mujeres que le sostenían protestaban con palabras gruesas al ver que los de la barca permanecían inmóviles. Debían dejarle un puesto: era un enfermo, un trabajador. Segando el arroz había atrapado las fiebres, las malditas tercianas de la Albufera, y marchaba a Ruzafa a curarse en casa de unos parientes… ¿No eran acaso cristianos? ¡Por caridad! ¡Un puesto!
Y el tembloroso fantasma de la fiebre repetía como un eco, con los sollozos del escalofrío:
- Per caritat! Per caritat..!
Entró a empujones, sin que la masa egoísta le abriera paso, y no encontrando sitio, se deslizó entre las piernas de los pasajeros, tendiéndose en el fondo, con el rostro pegado a las alpargatas sucias y los zapatos llenos de barro, en un ambiente nauseabundo.
La gente parecía acostumbrada a estas escenas.
Aquella embarcación servía para todo; era el vehículo de la comida, del hospital y del cementerio."

"Cañas y barro"

Vicente BLASCO IBÁÑEZ

lunes, 17 de junio de 2013

PALABRA DE ESCRITOR



"Escribir una novela es como construir una casa con la nariz pegada al muro de ladrillos. Siempre se desea poder retroceder y observarla desde la distancia."

Edward BLISHEN

sábado, 15 de junio de 2013

RETALES DE TEXTOS


"... y su pecho jadeaba porque había hablado con voz potente. Las trompetas resonaron y los soldados golpearon sus escudos con lanzas y el suelo con los pies y la muchedumbre comenzó a lanzar gritos que se convirtieron en clamores de alegría. Horemheb sonrió y volvió a subir a su carro. Los soldados le abrieron paso por entre la muchedumbre que lo aclamaba. Entonces comprendí que la mayor alegría del pueblo era poder gritar todos a la vez, sin que importara nada lo que se grita ni porqué se grita, pero al gritar con los demás uno se siente fuerte y está convencido de la justicia de la causa por la cual grita. Horemheb estaba muy satisfecho y levantaba los brazos para saludar al pueblo. (... ...) Recomenzó a hablar de su discurso delante del pueblo y yo le dije que prefería el que pronunció en Jerusalén delante de sus tropas, y dijo: -No es lo mismo hablar a los soldados que al pueblo. Mi discurso delante del templo de Sekhmet estaba destinado también a la posteridad porque, seguramente, lo grabarán en piedra. Y en este caso conviene elegir las palabras y lanzar frases que despabilen la cabeza al pueblo y lo impresionen. Puesto que no entiendes una palabra, te diré que mi discurso se limitaba a reproducir las frases que se han dicho siempre al principio de todo conflicto. Para empezar he declarado que la guerra contra los hititas era meramente defensiva y he excitado al pueblo a rechazar al invasor que asola Egipto. En general, todo está de acuerdo con la verdad, pero no he ocultado que me proponía al mismo tiempo reconquistar Siria. En segundo lugar, he declarado que los que me siguiesen voluntariamente no tendrían de qué arrepentirse, mientras que los que viniesen obligados tendrían una triste suerte. Tercero, he afirmado que era una guerra santa y he invocado la ayuda de todos los dioses. En realidad no creo que los dioses de Egipto sean más poderosos que los de los hititas, ni que un país sea más sagrado que otro, pero he leído en todas las proclamas de los grandes faraones de la Antigüedad que es bueno invocar el auxilio de los dioses, y un buen capitán no omite esta formalidad. Al pueblo le gusta y está contento, como has podido ver. Por otra parte, había mezclado hombres míos entre la muchedumbre a fin de dar la señal de las aclamaciones, porque más vale ser prudente. Te habrás fijado en que no he dicho nada de las dificultades que nos esperan porque bastante tiempo tendrá el pueblo de darse cuenta y no sirve de nada asustarlo de antemano. Porque esta guerra será muy dura, ya que no tengo suficientes tropas entrenadas ni carros de guerra. Pero no dudo de la victoria final  porque tengo fe en mi destino."

Sinuhé, el egipcio. Libro 13º (fragmento)

Mika WALTARI

SHERLOCK HOLMES


Escuchar al mismísimo Sir Arthur CONAN DOYLE hablar de su personaje... ver la mirada traviesa del padre del detective más famoso del mundo... ¿Les apetece? Eso supongo.
Les dejo, pues, el enlace. Hallarán el vídeo haciendo clic aquí.


Fuente: 
ABC, 14 de junio 2013


sábado, 8 de junio de 2013

LITERATURA. España, bajando.

PRODUCCIÓN EDITORIAL.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en los últimos años se está produciendo un importante ajuste de mercado que se refleja en un descenso progresivo de la tirada media.
En 2011 la tirada media descendió un 22,4%, pasando de 1.734 ejemplares por título en 2010 a 1.345 en 2011.
Sólo el 1,9% de los títulos —el 3,7% en 2010— alcanzó tiradas superiores a los 5.000 ejemplares.

Los mayores descensos en la tirada media se observan en literatura —un 34,1% por debajo de la del año anterior— y en artes plásticas, gráficas y fotografía —un 28,2% menos. La única materia en la que no desciende es en ciencias puras, que muestra un incremento del 7%.

viernes, 7 de junio de 2013

PALABRA DE ESCRITOR


"La tarea del escritor consiste en mostrar cómo el contexto social influye en la psicología personal"

Tom WOLFE