sábado, 25 de junio de 2011

ESCRITORES. Manual recomendado

"El gusto, el criterio, el sentido estético, se forman leyendo porque con la lectura vamos interiorizando los mecanismos que consiguen dar vida a un relato, de manera que, poco a poco, los vamos incorporando a ese patrimonio interior del que se nutre la intuición. La lectura es en este sentido nuestra aliada. ... ... Claro que para que esto pase quizá haya que leer de un modo un poco especial, a la manera que Nabokov recomienda en sus lecciones: el que resulta de la combinación del sentido artístico con el científico. Él lo explica así: El artista entusiasta propende a ser demasiado subjetivo en su actitud respecto al libro: por tanto, cierta frialdad científica en el juicio templará el calor intuitivo. En cambio, si el aspirante a lector carece por completo de pasión y de paciencia -pasión de artista y paciencia de científico-, dificilmente gozará con la gran literatura. No gozará y seguramente no sacará mucho partido de lo que lee. Al escritor se le supone una profunda carga cultural y de experiencias. Será de ahí de donde se nutran sus ideas y el modo diferente de exponerlas. ... ... Pero no debemos menospreciar la labor de artesano que exige una obra de arte. El escritor debe saber qué hacer para ajustar con precisión de orfebre cada una de las piezas que forman la ficción. Y aquí, además de saber los modos que emplearon los maestros, necesitará una buena dosis de paciencia, un gran amor por lo que hace, mucho sentimiento de ese que llena de fuerza las palabras y preña de vida las historias. Y un fuerte compromiso con lo que está haciendo. Si faltan estos ingredientes poco podrá hacerse con un puñado de reglas."






Fragmentos de 'Algunas cuestiones previas' del libro:
Escribir y reescribir.
Un manual para la corrección de textos narrativos
de

Gloria FERNÁNDEZ ROZAS
Ediciones Fuentetaja.

viernes, 24 de junio de 2011

OPINION.es





En un Taller de Novela…



Los dos primeros años fui feliz. Descubrí, aprendí, compartí… Éramos un grupo de orígenes diversos con edades entre los 20 y los 70 años, unidos por la pasión de leer y escribir.


Un buen día, el vivificante frescor de la bohemia fue emponzoñado con el friquismo de nuevos personajes, desubicados, que con el pretexto del libre ejercicio de la crítica al texto –de por sí saludable— iban a por el padre de la criatura y a degüello. Una especie del televisivo “Sálvame” pero en versión “literaria”, donde los tertulianos eran verdaderos indigentes intelectuales con ínfulas de autor.


De la mayoría, una parte apenas había leído nada y la otra parte sólo había leído mierda —con perdón—. No crean: lo de las afinidades lo entiendo; cada libro tiene su público.


Con tales premisas, se entiende su estado de permanente frustración y la necesidad de vomitar su malestar dondequiera que se hallaren. Porque sus intervenciones, no concisas sino floridas, ni siquiera podían calificarse de crítica destructiva ya que ni argumentos sabían articular como fundamento para sus derribos.

No eran alumnos aspirantes a escritor, no eran alumnos de novela. Aquello había degenerado. En el grupo, de unas veinte personas, sólo dos o tres tenían conocimientos y talla para aportar comentarios inteligentes y útiles al resto, pero eran engullidos por aquella ciénaga.


Y entre esos friquis se practicaba una especie de imitación de cierto grupo de rock que a mitad de concierto se meaban sobre su público, un público enfervorizado, vale decir. Como yo no tenía ninguna de tales condiciones, dije adiós a la sala. Otros más inteligentes que yo me habían precedido; mi debilidad es que siempre me ha costado cortar amarras. Hoy bendigo la hora en que decidí trabajar en solitario y elegir mis propios contertulios.


¿Qué fue de aquellos friquis? Unos ejercen de profesores de escritura, otros de correctores de estilo y otros de agentes literarios. Dios salve a la Literatura.