sábado, 31 de diciembre de 2016
martes, 27 de diciembre de 2016
Asdrúbal y la maldición, Capítulo Primero.
Capítulo I
Los años veinte
del siglo XXI no son felices
Como el quejido de un viejo barco
abandonado y a merced del océano, el lamento de la ciudad se escucha en
avenidas, calles y plazas. Son las diez de la mañana y unos pocos transeúntes,
escudriñando a derecha e izquierda con mirada hosca, caminan dibujando líneas
precisas para llegar a su destino paradójicamente incierto.
En los barrios donde los edificios de
viviendas conservan su uso, las aceras otrora acogedoras de las paradas de los
tenderos lucen un gris uniforme. Vitrinas y escaparates de vidrios empañados
nada muestran ni guardan. Las puertas metálicas de los comercios llevan
adherida, en su mayoría, una capa de polvo cuyo grosor se acentúa en esquinas,
rebordes y cerrojos. Sólo un supermercado por distrito está abierto, guardado
por agentes antidisturbios las veinticuatro horas y, en el extrarradio, una
zona comercial, la de más amplia superficie, se ha convertido en un amplio
mercado de abastos custodiado por el ejército.
El transporte público ha quedado
reducido a media docena de líneas de largo recorrido y la red de metro funciona
parcialmente al haberse suprimido el cincuenta por ciento de las paradas. Si
uno lo piensa, no es tanto el trastorno. Total, para ir adónde?
¿Para hacer qué?
Algunos bares se mantienen activos y
son los pequeños oasis donde se intenta olvidar, ante un café o una cerveza, lo
que ocurre fuera.
Tal es, a grandes rasgos, la situación
en la gran ciudad.
Yo me llamo Asdrúbal, soy periodista,
tengo cincuenta años y buena salud, pero no estoy seguro de cuánto más voy a
vivir.
A esta última afirmación cabe la
réplica de que tal hecho es común a todo ser humano; no obstante, tengo mis
razones para expresar ese pensamiento y la convicción de que la longevidad no
está a mi alcance ni cabe esperarla de la mayoría de mis conciudadanos.
Europa,
la Europa Occidental para ser exactos, está enferma; pero este país agoniza.
Este país se muere. La Península ha sido siempre proclive a cataclismos de
diversa procedencia.
Hace tiempo que no veo a mi hija.
A despecho de mi oposición, sabedora de
lo que opino sobre el tema, se marchó como cooperante hace seis meses. Después
se manifestó aquí la epidemia y su madre y ella decidieron, sin pedir siquiera
mi parecer, que permaneciera en la India. Marta sigue allí.
He desistido de trabajar en casa. El
sufrimiento de Begoña me trastorna, acrecienta mi abulia, y haber abandonado
la que era nuestra vivienda ha significado, entre otras cosas, perder mi
escritorio a favor de una mesita plegable ubicada en un rincón del cuarto
trastero del apartamento de mis suegros.
La idea del traslado fue de ella; mi
mujer les había hablado de nuestras dificultades para pagar el alquiler y ellos
insistieron con el loable propósito de hacernos la vida más llevadera aunque yo
tenga que transitar de humillación en humillación. En definitiva, mala mudanza,
pero la cruda realidad es que las finanzas mandan.
No se piense que a falta de material
para un reportaje voy a persistir en la descripción de un entorno que ya
conocemos o que podemos imaginar. No es mi intención aportar una visión
apocalíptica más; tema manido ad nauseam.
Tampoco pretendo abrumar con el relato de mi drama personal. Quiero hablar de
otra cosa; de otra cosa y de otra persona. Quiero hablar de Jeremías.
Jeremías es comerciante, compra y
vende, viaja por toda Europa. Viajaba. Ahora está confinado en este espacio que
se le antoja angosto.
Su tío está ingresado en el hospital.
Ha caído, como tantos, y sus expectativas no son halagüeñas a decir de los
médicos. Pero según Jeremías su tío se muere por otra causa distinta,
pronosticada e inevitable, contra la cual tampoco hay vacuna, ni antídoto ni
cura.
Habíamos coincidido un par de veces en
la misma cafetería; un pequeño bar, por fortuna, abierto. Entablamos
conversación. Fue él quien me abordó cuando levanté la vista del teclado para
atender el último parte que daban en la televisión.
—Mi tío se muere y él sabe porqué se
muere. Yo también lo sé. De hecho ya me lo esperaba por lo que había contado mi
difunto padre —me dijo.
Con toda la delicadeza de que fui capaz
le respondí que también los médicos sabían por qué se estaba muriendo su
pariente y que, en buena lógica, debíamos esperar lo peor no sólo para su tío
sino para todos nosotros. Era cuestión de tiempo.
Me miró con fijeza.
—¿Se refiere usted a la epidemia, al
virus? —preguntó.
Respondí que mientras no hallaran cómo
combatirlo, el pronóstico se cumpliría sin remedio.
Jeremías entrecerró los ojos y meneó
con lentitud la cabeza.
—Lo que se cumplirá irremediablemente
es la maldición.
Reprimí una sonrisa. Sólo con el
propósito de matar el tiempo le azucé un poco para que se explayara.
Hizo una exposición laberíntica del
árbol genealógico de sus ancestros y a continuación un esbozo de relato, con
lagunas y saltos en el tiempo, por lo que a duras penas conseguí hacerme una
vaga idea de la historia.
No di crédito alguno a un suceso que
contó y que, según dijo, era tan solo uno de entre una serie de ellos. Aunque
no pronuncié una sola palabra, pareció haber leído mi mente.
—Ustedes son demasiado incrédulos. Si
supiera, se haría cruces…
—Es posible. Siga.
—Si quiere saber con detalle la
historia puedo contársela, pero con una condición: sólo si se compromete a
escribirla.
—Depende. Los periodistas tenemos que
escribir sobre temas adecuados y de forma correcta. Si queremos comer, claro.
—Sin comer no se puede vivir
—respondió.
—Ingerimos para que el cuerpo funcione.
Vivir es otra cosa.
Sin asomo de reparo me dirigió una
mirada penetrante.
—¿No le gusta su vida? —dijo.
Me incomodó el destello de carbones
encendidos que desprendían sus ojos excesivos.
Aquello no era de su incumbencia.
No tenía por qué saber que yo ya perdí
la cuenta del tiempo transcurrido desde que había abandonado mis aspiraciones.
La ingenuidad juvenil, a su vez, me había dejado en la primera práctica.
Aprendí que en los artículos de opinión, la mía no era la que interesaba. Una
redacción cuidada era suficiente toque personal. Esto y mi firma.
—Y ¿por qué no la ha escrito usted?
—dije.
—El pueblo al que en realidad
pertenezco no tiene esta costumbre.
Propuso volver a encontrarnos hoy, lo
que me hizo pensar que, de alguna manera, había llegado a la conclusión de que
yo había asumido el compromiso.
Ni le engañé al comienzo ni le
desengañé después. Tuvo la virtud de despertar mi curiosidad. Además, aparte de
redactar la columna semanal y cultivar mis bonsáis tengo tiempo de sobra, y ¡quién sabe!, aún
tras la criba más feroz tal vez quede material apto para trabajar en él; quizá
con suerte hasta para publicar. Eso es todo. Es lo que hay.
El encuentro con Jeremías se alargó más
de lo previsto.
Lo primero que hizo aquel hombre menudo
de pelo ensortijado fue desplegar, con parsimonia, una hoja de papel que había
sacado del bolsillo.
A mí me pareció que, antes de empezar,
era obligado interesarme por su pariente.
—¿Cómo está?
—Igual. Las hemorragias no cesan ¿Algo
nuevo? —preguntó señalando al televisor.
—La consabida repetición diaria: que si
la variante del virus, que si la tetravacuna, que si los ensayos… Ya no hablan
ni de dengue ni de fiebre Congo-Crimea, hablan del virus, sin apellido. Sin
apellido no hay quien identifique un origen.
Alzó las cejas y me clavó su mirada
oscura.
—¿Usted cree? Si uno reflexiona y busca
encuentra el origen. Uno puede hallar el origen de todas las cosas.
Deslizó el papel por encima de la mesa
hasta colocarlo frente a mí.
—Le he traído esto. Tuve la sensación
de que no se situaba —dijo mientras con la yema de sus dedos golpeaba levemente
sobre el gráfico.
El hombre del bar, con un paño de color
indefinido colgado del cinto que rodeaba su barriga, se aproximó sin prisas.
Jeremías pidió una tisana y yo, otra cerveza.
—Pero ¿qué tenemos aquí? ¿Cuatro
generaciones? —le dije.
En su rostro moreno, la blanca
dentadura destacaba poderosamente las raras veces en las que sonreía. Ahora se
trataba de una sonrisa socarrona.
—No se alarme. Tan solo una persona de
cada generación es interesante.
—Me es imposible hacerme cargo de esto.
—Son las mujeres —dijo, apuntando a los
círculos resaltados en negrita. La historia es de ellas.
«La primera, en la frente», me dije.
Buena observación la de Jeremías. Sí, la historia es de ellas; en mi casa,
también.
—Aquí está usted, veo. Su tío, ¿dónde?
—pregunté.
—Ahí —dijo acercándome el papel y
señalando un cuadrado en la línea inmediatamente superior—. Pero no se trata
tanto de él como de su madre, de Araceli. Vea, aquí: Araceli, que es hija de
Águeda y ésta, a su vez, hija de Flora. Mire: Flora tuvo ocho hijos, cinco
varones y tres mujeres; de éstas, una murió al poco de nacer, por lo que crió a
siete. Esta hoja es para usted, quédesela —añadió.
Centré mi mirada en aquel dibujo
mientras iba reconsiderando el asunto; dudaba de la conveniencia de mantener la
decisión adoptada el día anterior. A punto estaba de desdecirme cuando me
interrumpió.
—Mejor será comenzar por el principio…
A lo largo de los años, la escasa
paciencia con que me dotó la naturaleza ha ido menguando, razón por la cual le
respondí:
—No, todo lo contrario; comience usted
por el final. A ver, cuente: ¿qué hay de Araceli?
—Entonces tendré que hablarle también
de Clotilde.
—¿Quién es?
Volvió a poner su dedo en el gráfico
mientras decía:
—Su tía. Clotilde es la hermana de su
madre, la hermana de Águeda. Y vea, Clotilde era la menor de los hijos de
Flora.
Miré por la ventana. Fuera no había
trazas de movimiento alguno. Por la calle no pasaba un alma.
La manera de hablar de Jeremías no
facilitó la tarea; además hacía largas pausas cada vez que se interrumpía para
tomar un sorbo. Entonces yo me entretenía en observar el movimiento de las
manecillas del reloj de pared y la escasa actividad del bar.
La tarde también languidecía. Estuvimos
un buen rato en penumbra hasta que el hombre del mostrador se decidió a
encender las luces de manera que, cuando iluminó el local, la luz causó una
molestia.
Al filo de la medianoche sufrimos el
fenómeno contrario porque nos sometió a un apagón. Se puso una chaqueta e hizo
sonar ostensiblemente unas llaves. Jeremías y yo quedamos para vernos de nuevo
la semana siguiente pero me había proporcionado material suficiente para
empezar.
Fue cuando llegué a casa que recordé
que tenía que enviar el texto para la columna semanal. Un texto insulso y sin
contenido o lo que es lo mismo: políticamente correcto.
Me encerré en el cuartucho. Retiré de
la mesita alambres, tijeras, alicates, grampas y el árbol enano al que hice un
hueco en el estante; arrojé al cubo los recortes vegetales y los restos de
material y limpié de tierra, a continuación, la superficie de la mesa. Acomodé
el portátil.
Terminada y enviada la columna, logré
acostarme sin perturbar el sueño de mi mujer.
Hoy me levanté al alba y me metí otra
vez en el trastero.
—¿Te quedas? —pregunta Begoña asomando
la cabeza.
Sus ojos enrojecidos me indican que ha
llorado; ella lo niega.
Begoña intenta mostrarse animosa pero
la traicionan gestos que se le escapan y los objetos que, escurriéndosele a
menudo de entre las manos, se estrellan en el suelo; como la taza y el plato de
café, esta misma mañana.
—Sí. Trabajaré aquí; un rato, al menos.
Ella me ha dirigido una sonrisa de
agradecimiento antes de cerrar muy despacio la puerta.
© Rosa María Torrent Puig
"Asdrúbal y la maldición", novela.
ISBN 978-84-16418-89-3
Ediciones Carena, Barcelona.
martes, 20 de diciembre de 2016
martes, 6 de diciembre de 2016
ASDRÚBAL Y LA MALDICIÓN: 19 diciembre
Lunes 19 de diciembre 2016,
19:30h.
Presentación de "Asdrúbal y la maldición", en la librería Barra/Llibre.
Para quienes no tuvieron ocasión de asistir en octubre...
Para quienes deseen regalar, en estas Fiestas, la novela firmada.
calle Riego, 13
(Plaza Osca)
Barcelona.
L - 1 y L - 5
parada: Plaça de Sants
... y un detalle.
domingo, 20 de noviembre de 2016
RETALES DE TEXTO
"El taxista conducía en mangas de camisa en un día fresco de junio, a no más de 13 grados centígrados. Era un individuo de unos treinta y tantos años que daba la impresión de que lo que comía no acababa de aprovecharle, un tipo descontento, bien pensado, su expresión tirando a cansada; no mal parecido, ahora que lo estudiaba mejor, aunque su cabeza parecía levemente aplanada por la vigorosa mano de alguien, pese a llevarla protegida por una saludable mata de pelo. Su rostro, como he dicho, se inclinaba hacia lo eslavo: redondo, pómulos salientes, una barbilla menuda y firme; pero también ostentaba una nariz más bien larga y una distintiva laringe en el delgado y peludo cuello; un tipo mixto, al parecer. De cualquier forma, el shalom parecía haber modificado su aspecto, incluso el de los inquisitivos ojos. Estaba claro que aquel hermoso día de junio se sentía insatisfecho -su trabajo, su suerte, su aspecto-, ¿el qué? Parecía acompañado de una innata tristeza, sabe Dios de dónde provendría; y no parecía importarle el ser tan inmediatamente visible; no todo el mundo puede o quiere conseguir eso. Este tipo se revelaba a sí mismo. No demasiado próspero, diría yo, aunque tampoco tenía aire de paria. Se sostenía firme ante el volante, todo él conduciendo, un tanto frenéticamente. Para esos detalles tengo ojo de experto."
Bernard MALAMUD (1914-1986)
"El hombre en el cajón" (relato) del volumen "El sombrero de Rembrandt" (1979)
Premio Pulitzer de Ficción en 1969
miércoles, 2 de noviembre de 2016
ASDRÚBAL Y LA MALDICIÓN
Gracias a todos. A los
que pudisteis acompañarme ese día y a los que habéis seguido, en la distancia, el
acontecimiento de la presentación.
Gracias a todos vosotros,
lectores, y mi reconocimiento especial a los que, tras la lectura de la novela,
me estáis haciendo llegar vuestras preguntas y vuestros comentarios.
Buena idea que, en el
libro, venga impresa mi dirección de correo electrónico; especialmente útil
cuando median kilómetros y millas.
Toda opinión es bienvenida, también aquí, en el
blog. Ya lo sabéis.
Aquí, un enlace:
Novela centrada en el 2025,
en una España asolada por un virus desconocido.
¿Quién no se habrá preguntado cien veces el porqué
de algún fenómeno, de un determinado suceso? Respondemos con nuestra razón, con
conocimiento, con nuestra experiencia, con el corazón, con nuestras
creencias... Asdrúbal, periodista en tiempos difíciles, enfrenta sus sólidas
convicciones contra las arraigadas convicciones de Jeremías, ave de paso en la
gran urbe atenazada. Dos filosofías opuestas que pugnan por imponerse mientras
se entreteje la historia de una vieja familia rural. El mañana y el ayer, el futuro
y el pasado... Y un final sorprendente ¿Para todos?
ISBN 978-84-16418-89-3
Publica: Ediciones Carena
Etiquetas:
Asdrúbal y la maldición,
España,
novela,
novelista,
periodismo,
periodista,
presentación novela,
Rosa María Torrent,
Torrent,
virus
miércoles, 12 de octubre de 2016
20 DE OCTUBRE
JUEVES
20 DE OCTUBRE 2016, a las 19:00 horas
Sala Àmbit Cultural
EL CORTE INGLES,
Avenida Portal de l’Àngel 19-21, Barcelona
PRESENTACIÓN
DE LA NOVELA:
¿Quién
no se habrá preguntado cien veces el porqué de algún fenómeno, de un
determinado suceso? Respondemos con nuestra razón, con conocimiento, con
nuestra experiencia, con el corazón, con nuestras creencias... Asdrúbal,
periodista en tiempos difíciles, enfrenta sus sólidas convicciones contra las
arraigadas convicciones de Jeremías, ave de paso en la gran urbe atenazada. Dos
filosofías opuestas que pugnan por imponerse mientras se entreteje la historia
de una vieja familia rural. El mañana y el ayer, el futuro y el pasado... Y un
final sorprendente ¿Para todos?
ISBN 978-84-16418-89-3
Publica: Ediciones Carena
¡ OS ESPERO !
jueves, 29 de septiembre de 2016
ASDRÚBAL Y LA MALDICIÓN
Aquí ya podéis ver la cubierta de la novela con comodidad.
La presentación será el jueves 20 de octubre.
En breve tendréis, en el blog, la hora y el lugar.
¿Quien no se habrá preguntado cien veces el porqué de algún fenómeno, de un determinado suceso? Respondemos con nuestra razón, con conocimiento, con nuestra experiencia, con el corazón, con nuestras creencias... Asdrúbal, periodista en tiempos difíciles, enfrenta sus sólidas convicciones contra las arraigadas convicciones de Jeremías, ave de paso en la gran urbe atenazada. Dos filosofías opuestas que pugnan por imponerse mientras se entreteje la historia de una vieja familia rural. El mañana y el ayer, el futuro y el pasado... Y un final sorprendente ¿para todos?
viernes, 23 de septiembre de 2016
PRIMICIA
Próxima aparición de mi nueva novela:
"ASDRÚBAL Y LA MALDICIÓN"
Si se hace clic sobre el título, puede verse la portada al igual que los datos del libro.
Disponible en librerías a partir del 10 de octubre.
La presentación de la novela tendrá lugar el 20 de octubre, en Barcelona. En breve indicaré hora y lugar.
Etiquetas:
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Torrent
domingo, 11 de septiembre de 2016
jueves, 1 de septiembre de 2016
MADAME BOVARY
Sábado 8 de octubre 2016
18:30 h.
Galería VALID FOTO
Buenaventura Muñoz, 6, BCN
Conferencia: Rosa María Torrent, escritora.
Visita guiada a la exposición por la autora, Gloria Giménez, fotógrafa.
20:30 h.
SALA MUNTANER
Muntaner, 4, BCN
Representación teatral:
Autor y Director: Ángel Alonso.
Actriz: Belén Fabra.
MADAME BOVARY, de Gustave Flaubert. ¿Quién fue Madame Bovary? Uno de los personajes más fascinantes y complejos de la literatura
universal. A partir de la novela, penetraremos en el particular universo de
Emma Bovary:
§ El retrato encontrado. La imagen ‘auténtica’ de Madame Bovary hallada en una buhardilla de París. Visita a la exposición fotográfica
de Gloria Giménez, Psicóloga y Fotógrafa.
La visita
será guiada personalmente por la propia autora, varias veces galardonada. Todo
un privilegio. A continuación, iremos a la Sala Muntaner para
§ La obra teatral. Asistencia a la representación
de una maravillosa “Madame Bovary”, escrita y dirigida por Ángel Alonso, dramaturgo y director de referencia en las últimas
décadas por sus múltiples y celebradas obras teatrales. Fundador y director de
Villarroel Teatre. Charla-coloquio posterior con el autor y director, Ángel
Alonso, y con la actriz, Belén Fabra. Una deferencia especial hacia nuestro
grupo.
La entrada a la Sala de Exposiciones es libre (gratuita); la localidad para la representación teatral es de precio reducido (grupo)
INSCRIPCIÓN: abierta
Plazo máximo de inscripción: 25 de septiembre
CONTACTO:
lunes, 22 de agosto de 2016
LOS SANTOS INOCENTES
No todo ha sido descanso vacacional, también he trabajado un poco. Entre otras cosas, visioné de nuevo una buena película española y releí una buena novela española.
Miguel
DELIBES (1920 – 2010): uno de los mejores escritores españoles del S. XX.
Como sabemos, en 1947 Miguel DELIBES recibió el Premio Nadal por “La sombra del ciprés es alargada”, pero el
objeto de este post es otra obra suya:
“Los santos
inocentes”, publicada en 1981, que tuvo asimismo notable acogida y alcanzó aún
mayor difusión entre el gran público a raíz de la magnífica versión
cinematográfica que, en 1984 nos ofreció un Mario CAMUS en estado de gracia, al
igual que los actores intervinientes. La película obtuvo la Mención Especial
del Jurado en el Festival Internacional de cine de Cannes del
mismo año.
El tema principal de la obra es la injusticia social. Pone de
manifiesto las desigualdades y la diferencia de clases en la
España rural de los años sesenta.
Caza y
Naturaleza, considerados por algunos estudiosos de la obra sub-temas de la misma,
son relevantes para el autor. Al margen de lo que el texto escrito desprende a
lo largo de sus líneas, obsérvese además la dedicatoria. Delibes escribió: “A
la memoria de mi amigo: Félix R. de la Fuente”. El insigne naturalista español
había fallecido, en un trágico accidente, el año anterior. Ambos, Delibes y
Rodríguez de la Fuente, compartían más que el amor, la pasión, por la
Naturaleza.
“La
situación de sumisión e injusticia que el libro plantea, propia de los años
sesenta, y la subsiguiente” rebelión del inocente han inducido a algunos
a atribuir a la novela una motivación política, cosa que no es cierta. No
hay política en este libro. Sucede, simplemente, que este problema de
vasallaje y entrega resignada de los humildes subleva tanto –por no decir más-
a una conciencia cristiana como a un militante marxista. Afortunadamente,
creo, estas reminiscencias feudales van poco a poco quedando atrás en
nuestra historia.”
Ahora, muy breve: aspectos técnicos. En los sesenta, se experimentan nuevas
técnicas narrativas, como el monólogo interior, y aparecen nuevas formas de
puntuación. Los escritores realistas se centran, adicionalmente, en el lenguaje.
Ensayan cambios.
Dice Ramón GARCIA DOMINGUEZ:
«Delibes es pura observación —escribe—, mirada atenta y fascinada, oído
alerta, predisposición total para lo genuino y, por ende, para el asombro. De
ahí su precisión para el timbre exacto de un personaje, para la palabra justa,
para el matiz que pone las cosas en su sitio, para el indicio o síntoma de si
lloverá o no lloverá» («De mis
encuentros con Delibes», en Miguel Delibes. Premio Letras Españolas 1991, Madrid, Ministerio de
Cultura, Dirección General del Libro y Bibliotecas, Centro de las Letras Españolas,
1993, p. 12).
Para saber más, entre otras fuentes, ir a:
http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/delibes/obra/obra_08.htm
Experimental, en cierto modo también, lo fue una
obra anterior de Miguel DELIBES: "Cinco horas con Mario" (1966). El soliloquio
de una mujer que vela a su marido muerto. ¿Recuerdan? ¡Cómo no!
Tuve la fortuna de disfrutar, hace muchos
años, de la versión teatral de “Cinco horas con Mario” en Barcelona, a
poco de tener lugar su estreno, interpretada por una actriz excepcional: Lola
HERRERA. Inenarrable.
A propósito, para los seguidores y los eventuales visitantes de este blog:
ESTÉN
ATENTOS A LOS PRÓXIMOS POSTS. Les daré
noticia e información cumplida del evento que tendrá lugar, en breve, en
Barcelona, y que los amantes de la literatura y de las demás artes no se pueden
perder. Dramaturgia. La crème de la crème. A
partir del primero de septiembre.
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