Con ocasión de estar releyendo a Esther
TUSQUETS (1936-2012) en “EL MISMO MAR DE TODOS LOS VERANOS” (1) he hallado un
documento publicado por el CENTRO VIRTUAL CERVANTES; un análisis que hace Mercedes
MAZQUIARÁN DE RODRIGUEZ (Hofstra University, L:I. New York) de la novela y de su
paralelismo con “CARTA A LA MADRE” de la misma autora.
(En la fotografía: de izquierda a derecha, Moix, Matute y Tusquets)
Del documento, al que les remito mediante el
enlace de más abajo — son sólo seis páginas—, entresaco este fragmento:
«Eran los años de lucha por
independizarse del control de la madre, de abierta hostilidad hacia ella, “un
tipo de interacción característico entre madre e hija, pero que se encuentra
poco en la literatura escrita por mujeres; sobre esto comenta Marianne HIRSH en
“The Mother/Daughter Plot: Narrative, Psychoanalysis, Feminism (1989)” que es
inexplicable que se encuentre tan raramente el tema de la ira —tan común en la
realidad— en la ficción de mujeres y en la teoría literaria»
El inciso que precede ha sido elegido en
función del interés, que creo excede el puramente literario.
Volviendo a la narrativa:
En otro orden
de cosas y dado que la protagonista de la novela es lo que antaño se llamaba de manera coloquial una chica “bien”, es decir, de la burguesía, el texto de Esther TUSQUETS ha
dirigido mi memoria a Juan MARSÉ y a sus
“ÚLTIMAS TARDES CON TERESA” (2).
El nexo nada tiene de extraordinario.
Para empezar, ambos nacieron y crecieron
en Barcelona. Marsé vino al mundo en 1933 y Tusquets en 1936.
La novela de Marsé es de 1966 y la de
Tusquets de 1978. La sociedad y el período que retratan son los mismos.
Cierto que entre 1966 y 1978 ocurrieron cosas
en nuestra sociedad, las suficientes para comprender que TUSQUETS alumbrara esta
su primera novela doce años más tarde (al margen del hecho de haberse dedicado
de lleno al quehacer editorial hasta la fecha indicada). Yo dudo que en 1966 la
hubiera escrito aunque le sobrara tiempo para ello.
Se me ocurre que la lectura —o
relectura— de estas dos obras, la de Juan MARSÉ y la de Esther TUSQUETS, nos
ofrecerá, con gran realce, con todo detalle, un muy completo retrato social de
la época.
Nótese que son dos miradas: la femenina y la masculina. Y las dos
miradas de dos autores, nacidos en la misma ciudad, de la misma edad, pero
pertenecientes a grupos sociales distintos. Ópticas, pues, complementarias.
Termino con una confesión: tengo una
especial querencia por Juan MARSÉ.
Al igual que en la foto, con la mirada y el
pensamiento vagando por algún lugar remoto, me lo tropecé más de una vez en la
otrora llamada “Librería Harvard”, en la calle Balmes esquina con calle Córcega,
donde también acompañado de (o mejor: acompañando a) Carlos BARRAL, departían
con la librera —de quien yo me aconsejaba para las lecturas— (la perdí y nunca hallé otra igual) y que me dejaba al
pairo durante el buen rato que duraba la conversación de los ilustres
visitantes.
Yo me quedaba, entretanto, silenciosa y quietecita en un rincón.
Marsé era quien
menos hablaba (creo que no lo hacía en absoluto) y era el más joven…
Yo lo era más todavía y sobre todo tenía aún mucho
que aprender.
(En la fotografía: de izquierda a derecha, Gil de Biedma, Barral y Marsé)
A propósito, viene aquí otro enlace y
que corresponde a la:
Fragmento:
Lo adoptaron Barral, Castellet, Jaime Gil de Biedma…
Entonces la amistad era como el largo verano de aquella gente, y Juan era
Juanito para todos ellos. Juan García Hortelano, Ángel González, Caballero
Bonald, Alfonso Grosso, Antonio Ferres… “Salíamos por la noche, sobre todo con
Jaime Gil, de golfería, de copas; como él decía, ‘en busca de la felicidad”. El
largo verano de la literatura, y después la decadencia, las muertes prematuras,
el tiempo de las insistentes despedidas. No ocurrió abruptamente. “Fue poco a
poco. Jaime dijo, mucho antes de morir, que ya no tenía más que decir. Lo
de Carlos empezó cuando perdió Seix Barral; creó Barral Editores, pero ya nunca fue lo mismo que en
aquella época en la que estuvo con Jaime Salinas, Gabriel Ferrater y aquel
fantástico consejo de lectura en el que estuvieron también Juan y José Agustín
Goytisolo… Nos seguíamos viendo Carlos y yo los veranos en Calafell, pero vi su
paulatina desaparición, todos fueron yéndose”.
Las obras quedan… dice la canción.